A mediados del siglo pasado la humanidad entraba en la llamada Era Atómica, descubriendo el potencial de la energía nuclear como fuente de energía para todo tipo de uso. Y decidieron diseñar un coche atómico: el Ford Nucleón, presentado en la primavera de 1958.


 La configuración del reactor nuclear fue similar a la de un submarino nuclear, pero en miniatura para encajar en un automóvil. La idea era utilizar la fisión de uranio para calentar el generador de vapor, que convertiría el agua en vapor, que se utilizaría para impulsar un conjunto de turbinas. Una de las turbinas impulsa el coche, mientras que la otra un generador eléctrico. El vapor se convertiría de nuevo en el agua por condensación, y sería reutilizado.

Pero, ¿cuál era la ventaja de este coche? Como nunca se contruyó ni uno solo no pudieron hacer pruebas para comprobar su rendimiento, pero según aseguraban el Nucleon tenía una autonomía de 8.000 km. y una vez agotado el isótopo radiactivo, se sustituía de forma muy sencilla por otro de nuevo. Esta sustitución se habría de realizar en estaciones de servicio (en caso de que hubiera prosperado el proyecto) y su manipulación era bastante fácil, es decir, que cualquier persona por poco calificada que estuviera, pudiera realizar esta operación. 
Poco duró esta idea y gracias a dios nunca se produjo un accidente de este vehiculo, que podria acarrear serios problemas medio ambientales.